El chulapo de Madrid, cuya fama ha traspasado las fronteras de la villa y ha sido objeto de definición por parte de los diccionarios, es un tipo madrileño que aparece en las clases populares de la capital en el siglo XIX, y que según dice la Real Academia “afecta guapeza en el traje y modo de conducirse”.

Nada más verídico, tanto en lo que se refiere a ellos como en lo que se refiere a ellas. En esto, chulapos y chulapas eran ambos de armas tomar. Su forma de hablar, de vestir y de desenvolverse ha quedado retratada en algunas películas y zarzuelas que han sabido entender y reflejar el carácter chulapo, privativo del Madrid castizo inmortalizado en las obras de Tomás Bretón, Federico Chueca, Ruperto Chapí o Federico Moreno Torroba.

En el chulapo, la forma de vestir no era cuestión menor, y otorgaba al que llevaba esta indumentaria un toque de distinción que lo identificaba al primer golpe de vista. Ellos lucían una gorra a cuadros característica (parpusa), con un pañuelo blanco al cuello (safo); vestían una chaquetilla (mañosa) o chaleco (gabriel) con dos bolsillitos donde solían descansar los pulgares y al que prendían un clavel en la solapa; la camisa blanca del chulapo (babosa) solía llevar bordados o adornos en la pechera; llevaban pantalones oscuros y ajustados (alares) y calzaban zapatos negros (calcos). Ellas llevaban un pañuelo en la cabeza doblado en pico y atado al cuello, con un clavel sobre el pelo recogido, una falda larga o un vestido de chiné hasta los pies ceñido con mangas de farol y un solo volante, y se envolvían en un mantón de Manila.

No menos importante en el chulapo era su forma de expresarse, mezcla de agudeza verbal y chulería, gracia e insolencia que le daban ese aire canalla pero atractivo tan particular. Si a ello añadimos la jerga propia de los madriles, elaborada con gran capacidad para construir un lenguaje popular y a la vez ilustrado, tenemos un tipo bien definido cuyas características le otorgan el carácter exclusivamente de madrileño. De su vocabulario surgieron expresiones populares madrileñas que han pervivido a lo largo del tiempo. Dicen que si gesticulaba lo suficiente y acababa las frases con un “que te lo digo yo”, adquiría su sello característico.

Aunque hoy asociamos los términos chulapo y chulapa como genéricos de Madrid, en realidad, cuando aparecieron en la escena madrileña eran representativos solamente de una zona de la capital, el barrio de Malasaña, antes conocido como de Maravillas. Las chulapas eran habitualmente modistas, fruteras, floristas, cigarreras y planchadoras, y sus tipos y andares, sus dichos y vestires han sido protagonistas en numerosos números musicales y cuplés de enorme popularidad en las primeras décadas del siglo XX.

Convivían en su época con otros tipos también muy definidos y que identificaban a otras zonas, como los manolos y manolas, los chisperos, los isidros o los majos y majas, todos ellos personajes que adoptaban un determinado comportamiento social y cierta apariencia según el barrio en el que vivían.

Todos los chulapos y chulapas cogían el tranvía número ocho en el centro de Madrid para desplazarse al lugar donde se celebraba la verbena de San Isidro. Allí nació la célebre expresión de ser más chulo que un ocho.

E. M.

 

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