Allá por el año 1735, un grupo de literatos y eruditos que solía reunirse para investigar sobre los hechos históricos decidieron dirigirse al rey Felipe V para que institucionalizara su actividad. De esta manera, aquella tertulia que se preocupaba por el estudio del pasado quedó convertida en la Real Academia de la Historia, fruto del espíritu ilustrado del siglo XVIII. Desde entonces, la corporación mantiene un vínculo con la Corona, ya que el rey es su patrono. Madrid acoge a tan benemérita institución.

Ya desde sus inicios, la finalidad de esta Academia fue la de aclarar «la importante verdad de los sucesos, desterrando las fábulas introducidas por la ignorancia o por la malicia, conduciendo al conocimiento de muchas cosas que oscureció la antigüedad o tiene sepultado el descuido», una concepción verdaderamente científica de la historia plenamente vigente. Hoy se dedica al estudio de la historia de España, antigua y moderna, política, civil, eclesiástica y militar y de los diversos aspectos de las ciencias, artes y letras, así como todo lo que se refiera a la vida, civilización y cultura de los pueblos de España.

El siglo XVIII dio impulso a muchas fundaciones dedicadas a la investigación y cuidado de las artes, las ciencias y las letras. En España, surgieron las tres academias más antiguas: la Real Academia Española, la Real Academia de la Historia y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Las tres tienen su sede en Madrid.

En 1738, se oficializó su fundación y Felipe V concedió a sus miembros la categoría de gentilhombres de la Real Casa. En los primeros estatutos, se establecía que habría académicos de número (actualmente son 36), otros supernumerarios para suplir a los numerarios ausentes por razones de Estado, y la posibilidad de designar académicos honorarios para honrar a personas con méritos suficientes para tal distinción. Se adoptó, además, un emblema que mostraba un río que manaba entre rocas, con la leyenda In patriam populumque fluit, como imagen de la historia fluyendo y vivificando a los pueblos y su conciencia de patria. En 1848, la Academia eligió como emblema una alegoría del genio de la historia con la leyenda Nox fugit historiae lumen dum fulget Iberis, que viene a decir que «La noche huye, mientras brilla para los iberos la luz de la historia».

Carlos III atendió la petición de los académicos de facilitarles un lugar más espacioso y apropiado y dispuso que se estableciesen en la Real Casa de la Panadería, en la Plaza Mayor. Cuando, más tarde, en 1847, el Gobierno de Mendizábal suprimió los monasterios y conventos con incautación de sus bienes, se adjudicó a la Academia de la Historia el edificio de Nuevo Rezado en la calle del León.

En épocas posteriores fue ampliándose con la adquisición y edificación de inmuebles contiguos. Se completó la manzana, acotada por las calles del León, Huertas, Amor de Dios y Santa María, con la expropiación de una casa intermedia, donde se edificó un depósito de libros de diez plantas de alta seguridad.

La Casa del Nuevo Rezado despachaba libros de rezo y pertenecía a los jerónimos de El Escorial. Era un edificio sobrio pero sólido, construido con materiales de gran calidad, con apariencia de fortaleza más que de palacio. Los cronistas de la época narran la admiración de la gente cuando vieron a veintiocho pares de bueyes entrar en Madrid tirando de los carretones que conducían las jambras y el dintel de la puerta.

Además de un edificio sólido y de una decoración regia, la Real Academia de la Historia guarda colecciones valiosísimas en multitud de campos: códices, incunables, importantes manuscritos que se remontan a la Edad Media, libros antiguos en árabe y lenguas orientales y una sección de mapas impresionante, que abarca de los siglos XVI al XXI, con mapas sueltos, atlas y globos (los mapas más antiguos son del reinado de Felipe II). Además, custodia antigüedades hispanorromanas y visigodas (como el disco de Teodosio, del siglo IV); monedas, medallas, anillos y sellos (como la medalla de la proclamación de Carlos V); antigüedades españolas prehistóricas y protohistóricas; obras de pintura y escultura de gran valor, así como antigüedades medievales y modernas y otras obras de gran interés histórico, en un continuo proceso de ampliación de fondos gracias a donaciones y adquisiciones.

La Real Academia de la Historia, como institución, no podía prever en su fundación que llegaría un día en que cualquier persona, cualquier habitante del mundo, podría acceder a numerosos recursos que se albergan entre sus paredes. Hoy, gracias a las nuevas tecnologías, la Academia está inmersa en un proceso de digitalización de fondos que permite el acceso a su patrimonio desde cualquier ordenador.

Son obras, las de esta Biblioteca Digital, que pueden consultarse libremente, y solo se necesita autorización de la Real Academia de la Historia para realizar la descarga de imágenes, con la única prohibición de modificar los objetos digitales originales.

Uno de los proyectos que emprendió esta institución fue la elaboración de un Diccionario biográfico español, que incluyera las biografías de destacados personajes en la historia de España. Después de muchos años de trabajo, se publicaron los cincuenta volúmenes que abarca, y actualmente podemos acceder en la web de la Academia a las biografías de más de 50.000 personajes de la historia de España, a lo largo de 2500 años, con un ámbito geográfico universal pero centrado en especial en los territorios que alguna vez formaron parte de la Administración española.

Desde 2014 y hasta la fecha (2020) la Real Academia de la Historia está dirigida por la primera mujer en ocupar ese cargo, Carmen Iglesias.

Madrid, siempre foco de cultura.

E. M.

IMÁGENES
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/3/3c/Coat_of_Arms_of_the_Spanish_Royal_Academy_of_History.svg

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