Cuando se estableció la Natividad como fiesta del calendario cristiano, lo cual no sucedió hasta el siglo III, se sustituyeron arraigadas y antiquísimas celebraciones que, en parte, sobrevivieron con un simbolismo ancestral. Desde la prehistoria, no ha habido prácticamente cultura que no haya celebrado el nacimiento, o re-nacimiento de la Luz, del Fuego o del Sol, tras la oscuridad de la noche más larga, que es la del Solsticio de Invierno.
Costumbres, mitos y símbolos populares se refieren a esa oscuridad como la vuelta del caos de los orígenes, mientras que ritos, cultos y misterios reproducen la llegada de la Luz que, aunque incipiente, con su fuerza ha salido victoriosa en su lucha contra las sombras y trae esperanza y salvación.