El Olimpo de los dioses permite la presencia de sus representantes divinos en aquellos sitios de la Tierra en donde son recordados. Madrid no ha perdido nunca esta conexión con los panteones griego y romano, siempre presentes en la capital de España, y son varios los dioses que viven en la ciudad.
Atenea es una de las más poderosas divinidades que residen en la villa madrileña. Su don de la ubicuidad le permite estar en varios sitios de la ciudad al mismo tiempo, pero uno de los más emblemáticos, por su situación privilegiada y por el tamaño que se ha otorgado a su figura, es la azotea del Círculo de Bellas Artes, enclavado en la calle Alcalá, justo en el comienzo de la Gran Vía.
Una institución como esta, que fomenta el gusto por las artes y la cultura en general, no podía tener mejor protectora que la señora de las artes, convirtiéndose Atenea en testigo silencioso, pero siempre presente, de importantes acontecimientos en la vida de los madrileños, los de hoy, los de ayer y los de mañana.
La diosa, ataviada con un peplo, casco emplumado, escudo y lanza, fue muy venerada en la Antigüedad y a ella estuvo dedicado el hermoso Partenón de la acrópolis de Atenas. Hoy contempla desde su atalaya de Madrid, a 56 metros de altura sobre la calle, el movimiento urbano, cambiante, populoso y moderno. Desde allí observa a Cibeles y a algún otro invitado olímpico que vive a ras del suelo. Para los romanos se llamó Minerva, razón por la cual atiende a los dos nombres cuando se la invoca.
La hija de Zeus y Metis luce poderosa en la magnífica escultura de bronce del escultor Juan Luis Vassallo. Con sus siete metros de altura y 3000 kg de peso, la defensora de las artes tomó posesión de su puesto de vigía sobre la calle de Alcalá a principios de 1966. Fue cuando se escogió esta representación entre otras una vez que se había decidido que Atenea-Minerva sería el emblema del Círculo. Desde entonces vigila atenta, y nada de lo que ocurre en Madrid escapa a la mirada de sus ojos glaucos, como la describía Homero, ni al nivel del suelo ni por encima de los tejados.
Su llegada a la azotea del edificio madrileño no fue fácil. Adquirió su forma en una fundición de Arganda del Rey y para subirla a su emplazamiento actual, en una época en que no se contaba con las grúas actuales, hubo que levantar una plataforma de 60 metros paralela al inmueble. Esta obra de ingeniería requirió una inversión diez veces superior a lo que el artista había cobrado por realizar la escultura.
Señora de la sabiduría, de la razón y de la guerra justa, Atenea extiende su amparo desde los cielos de Madrid a cualquier paseante que eleve sus ojos en busca de horizontes elevados; encontrará en ella la inspiración que otorga a sus protegidos desde siempre, fiel a su misión en el transcurso de los siglos; basta con invocarla con sincero respeto.
Desde su trono de piedra, la dama de la lechuza, enhiesta, profunda, hierática, recibe cada día la visita de cientos de personas que acuden a su lado para compartir las magníficas vistas que disfruta desde este edificio, aunque ella se reserva el privilegio de contemplar los inigualables amaneceres, siempre distintos, siempre nuevos, siempre puntuales a lo largo de las centurias.
Nosotros seguimos divisando su monumental presencia perfilada en los cálidos colores del atardecer.
E. M.
IMÁGENES
Felipe Gabaldón [CC BY-SA 3.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)]
M.Peinado from Alcalá de Henares, España / CC BY (https://creativecommons.org/licenses/by/2.0)