Lejos de lo que algunos creen, la Real Academia Española no es una vetusta institución en la que se reúnen algunas personas de edad porque su hobby común es el lenguaje y les encanta la gramática. Qué va. La RAE es un organismo del siglo XXI, capaz de utilizar las modernas tecnologías para poner claridad (y un poco de orden) en un idioma que hablan más de 500 millones de personas en todo el mundo y que trabaja activamente para que nuestra lengua, que se utiliza en varios continentes, conserve su unidad esencial, adaptándose a los movimientos que toda lengua viva posee.

La Real Academia Española fue fundada a principios del siglo XVIII por iniciativa del entonces marqués de Villena, Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga, quien se convirtió en su primer director. Hasta entonces, había habido academias en España, pero la que surgió en ese momento era «real», es decir, que el rey la acogía bajo su protección. Y fue Felipe V el monarca que instituyó este amparo.

La RAE hace honor al lema que la rige desde 1777 (que parece adquirir una especial importancia en los tiempos que corren), y «limpia, fija y da esplendor» a esa herramienta del pensamiento humano que es el lenguaje; esa es su función, que no es moco de pavo. «Limpia» estando ojo avizor ante la intrusión excesiva de términos de otras lenguas (por eso nos recomienda, por ejemplo, trabajar «en línea» y no «on line»). «Fija» porque desde su primer diccionario establece qué palabras son genuinas del castellano, de dónde proceden y por qué autoridades están avaladas. Y lo del esplendor es una pequeña licencia a aquel amor patrio que los primeros académicos concedieron a una lengua que ya entonces se hablaba en medio mundo y era motivo de orgullo.

Somos lo que pensamos y nuestra visión va tan lejos como llega nuestro lenguaje, así que no es inútil su labor. Los académicos levantan acta de los cambios que el uso cotidiano imprime en la forma de hablar, pero también señalan los usos indebidos y, en la medida de sus posibilidades, los intencionados usos distorsionadores de la lengua que se promueven desde distintos ámbitos de influencia.

Lejos quedan sus años iniciales, pero el trabajo de aquellos primeros académicos fue enorme. Eran pocos y con las limitadas herramientas de entonces, pero elaboraron una amplia obra lexicográfica de gran perfección. En 1739 ya habían publicado el sexto volumen del prestigioso Diccionario de autoridades. Si comparamos lo que hoy se tarda en hacer una obra semejante con instrumentos mucho más sofisticados, hay que quitarse el sombrero.

Tres siglos de vida de la RAE han permitido estrechar lazos con instituciones que tienen la misma finalidad existentes en los países de habla hispana, y hoy son 23 las Academias de la Lengua Española que, en todo el mundo, persiguen el mismo objetivo, reunidas en la ASALE (Asociación de Academias de la Lengua Española).

Los 46 miembros de número que actualmente componen la Real Academia Española son elegidos por el resto de los académicos cuando queda vacante una silla por fallecimiento de su titular. Esta silla lleva una letra del alfabeto latino, mayúscula o minúscula.

Es tan moderna la RAE que, en 1998, se incorporó al mundo inmaterial de Internet, por el que circulan toda serie de objetos, y en lo que se refiere a la lengua castellana, toda serie de productos, unos de excelente calidad y otros de manifiesta falta de cultura y perniciosa condición.

En el año 2001, la RAE puso en línea el Diccionario de la lengua española en su vigesimosegunda edición, que se actualiza anualmente, y los millones de visitas recibidas diariamente desde cualquier rincón del mundo demuestran su utilidad y socorren a quienes dudamos sobre la corrección de una palabra o una expresión, o buscamos respaldo oficial para aquello que queremos plasmar en un escrito.

Entre los ilustres académicos que pueblan la historia de esta institución, predominan los nobles ilustrados y clérigos en el siglo XVIII, los literatos y estadistas en el XIX y los filólogos en el XX. Entre ellos hay escritores (Pérez Galdós, Gerardo Diego), políticos (Jovellanos, Cánovas del Castillo), filólogos (Menéndez Pidal, Menéndez Pelayo), médicos (Gregorio Marañón), filósofos (Julián Marías) y varios premios nobel en distintas especialidades (José de Echegaray, Ramón y Cajal, Vicente Aleixandre, Jacinto Benavente o Camilo José Cela). Toda una historia.

Las mujeres lo tuvieron un poco más difícil para tener presencia en la institución. Gertrudis Gómez de Avellaneda se postuló a sí misma en el siglo XIX, de forma valiente y convencida de sus méritos. Aquello provocó una conmoción, de la que son testimonio los debates y deliberaciones que se conservan. Al final, la respuesta que recibió fue que no había plazas para mujeres en la Academia Española. Eran otros tiempos. En las actas archivadas descubrimos también las discusiones sobre otras dos candidatas: Emilia Pardo Bazán y María Moliner. Pero hubo que esperar hasta 1978 para que una mujer, Carmen Conde, consiguiera, por fin, ingresar.

Desde el siglo XIX, cualquier académico que accede al cargo debe ofrecer un discurso público. Como dato anecdótico, los de José Zorrilla y José García Nieto fueron en verso. Desde el inicio de la RAE, los académicos fueron hombres cultos que cultivaban la oratoria, por su condición de hombres públicos. En la actualidad, esto se ha perdido. Hoy los discursos están preparados o se leen, pero durante mucho tiempo, los académicos fueron grandes oradores, igual que lo eran los políticos.

El edificio neoclásico que alberga a la RAE tiene cinco plantas, con una escalera central y un gran salón de actos. Nacido con altos fines, gozó desde el primer día de luz eléctrica, y tenía uno de los 36 ascensores que entonces había en Madrid. Con gran luminosidad y calefacción (lujo este muy necesario para el trabajo de los académicos cuando no todos podían calentarse en los días de frío madrileños) fue desde el principio una sede perfecta. Allí se conservan los retratos de todos los directores.

El primer portal electrónico de la Academia, que apareció en 1998, supuso un cambio sustancial en la forma de mostrar y difundir la actividad de la corporación. Numerosos fondos de la biblioteca están disponibles en la web de la RAE, que utiliza sus páginas electrónicas y las redes sociales para resolver día a día las dudas y consultas lingüísticas planteadas por los usuarios desde cualquier rincón del mundo.

E. M.

IMÁGENES
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/7/7f/Coat_of_Arms_of_the_Royal_Spanish_Academy.svg
Heralder, CC BY-SA 3.0 , via Wikimedia Commons

https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/1/13/Madrid%2C_inauguraci%C3%B3n_del_nuevo_edificio_de_la_Real_Academia_Espa%C3%B1ola._Alrededores_del_edificio_a_la_llegada_de_SS._MM..jpg
Juan Comba García, Public domain, via Wikimedia Commons

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