Ramón de Mesonero Romanos, periodista y escritor madrileño del siglo XIX, es el autor de numerosos estudios históricos y artículos de costumbres sobre Madrid y sus madrileños. Por su labor de investigación, fue designado Cronista Mayor y Oficial de la Villa en 1864, título honorífico, vitalicio y no retribuido que se instauró con su nombramiento para destacar la labor especialmente dedicada de algunos investigadores sobre Madrid.
En 1870, su faceta lírica, que llevó a Mesonero Romanos a escribir algunos versos a lo largo de su vida periodística, hizo que se plasmara alguno de sus pensamientos en el romance El nuevo Madrid. El escritor percibe el drástico cambio que la modernidad imprime en la villa y en sus gentes, añorando algunos aspectos más simples pero desinteresados que ya viven su ocaso, y lamenta que la «especialidad» más valorada de Madrid sea la de «taller de reputaciones».
El nuevo Madrid
Madrid se va a Salamanca
por la Puerta de Alcalá,
que harto de ser siempre villa,
quiere ascender a ciudad.
De un poderoso banquero,
obedeciendo al imán,
huyendo va de sí mismo
por su confín oriental.
Y del oso y del madroño,
avergonzándose ya,
se extiende a Campo de plata
en que de nuevo escudar.
Del Manzanares se aleja
y su triste sequedad,
para robar al Lozoya
su magnífico raudal.
El Sotillo, la Monclova
y la Tela del Justar,
su Lavapiés, sus Vistillas
y su morisco arrabal
parécenle poco dignos
de su actual solemnidad,
pues de sus timbres antiguos
ha llegado a renegar,
y mira como juguetes
propios de su tierna edad,
el Cubo de la Almudena
y la Torre de Luján.
Hoy prefiere a los escombros
de aquella histórica edad
lo sólido y positivo,
el olímpico gozar,
sus palacios, sus paseos,
sus vías férreas, su gas,
sus jardines, sus teatros,
su circo monumental.
A los Vargas y Luzones,
Ramírez y Sandoval,
de aristocrática alcurnia
y de peto y espaldar,
opone hoy la pluto-cracia
del crédito y del metal,
y su Bolsa, y sus cupones,
y su libro talonar.
Los hombres y las ideas
metalizándose van,
y los títulos antiguos
se suelen hoy cotizar.
No produce ya Quevedos,
Lopes, Tirsos, Montalván,
Calderones y Moretos,
ni otros ingenios sin par;
pero abunda en periodistas,
políticos en agraz,
poetas de ciento en boca,
y ministros al quitar.
Elabóranse al vapor
en su fábrica central
grandes hombres de ambos genios,
político y militar.
Taller de reputaciones,
tal es su especialidad.
La Guía de forasteros
es su balance industrial.
¡Pobre Madrid de mis días!
¿Quién te reconoce ya?
A término tan excelso
te has llegado a sublimar,
que para narrar tus glorias
(y perdona el tutear)
se reconoce impotente
la pluma, oxidada ya,
de tu antiguo cronista,
topográfico y social.
E. M.
IMÁGENES
Ramón Cilla [Dominio público]