Si hay una canción que mayoritariamente es aceptada como la más popular para hablar de Madrid, esa es Pongamos que hablo de Madrid. Curiosamente, hay mucha gente que piensa que la escribió Antonio Flores. Pero no, es de Sabina y nació hace casi cuarenta años, con lo que ha obtenido la solera de las grandes obras que resisten el paso del tiempo.
La Carroza Negra es un coche de caballos que mide dos metros y medio de alto y data del siglo XVII; aparece catalogada con el número 9 en la relación de carruajes de las Reales Caballerizas. Dada su antigüedad y su perfecto estado, es una joya artística localizada en el Palacio Real de Madrid bajo el amparo de Patrimonio Nacional.
Madrileños ilustres ha habido muchos, pero tan prolíficos y renombrados como Lope de Vega, muy pocos. El célebre literato, figura destacada del Siglo de Oro de español, dedicó uno de los miles de sonetos que compuso a su ciudad natal, bien es verdad que la ocasión no era la más propicia para destacar las mejores cualidades de la villa.
Corría el año 1777; el rey Carlos III gobernaba en España y, lo que es más importante, residía en Madrid. Había decidido modernizar la capital de su reino, su ciudad, de la que acabó siendo «el mejor alcalde». La fuente de Neptuno nació con uno de sus grandes proyectos.
Si tuviéramos que elegir un símbolo que identifica a Madrid, uno de los que más papeletas tendría para ganar sería la fuente de Cibeles. La imagen de la diosa grecolatina montada en su carro tirado por leones nos lleva a Madrid casi sin quererlo. La hermosa fuente monumental, rodeada de magníficos palacios, está situada en un lugar estratégico de la ciudad en la plaza del mismo nombre.
El Olimpo de los dioses permite la presencia de sus representantes divinos en aquellos sitios de la Tierra en donde son recordados. Madrid no ha perdido nunca esta conexión con los panteones griego y romano, siempre presentes en la capital de España, y son varios los dioses que viven en la ciudad.
Si hay un género musical español por excelencia, ese es la zarzuela. Y si hay una ciudad que ha sido retratada como ninguna en la zarzuela, esa es Madrid. Y aquí tenemos un botón de muestra: La Gran Vía, una obra dedicada a una calle que todavía no existía (eso es previsión), con música de Federico Chueca y Joaquín Valverde y con un libreto de Felipe Pérez González.
Paco era un perro que vivió en Madrid en el último cuarto del siglo XIX. No había madrileño que no conociera sus andanzas, pues la prensa local solía informar con frecuencia de sus paseos diarios por las tertulias de los cafés de la época. Amigo de pintores y literatos, era también aficionado a los espectáculos taurinos, donde tenía siempre un sitio reservado. Esa fue su perdición.
Don Quijote ha derrotado al tiempo. El caballero de la triste figura, nacido hace más de cuatrocientos años de la pluma de Cervantes, nunca se quedó en aquel lugar de cuyo nombre no quiso acordarse, sino que traspasó fronteras, como buen caballero andante, y llegó adonde el mar se confundía con el horizonte, y, seguramente por el conjuro de algún hechicero, viajó en el tiempo. Hasta hoy.